Mediante la observación astronómica los antiguos mesoamericanos obtuvieron, tras siglos de registrar pacientemente el transcurso de los cuerpos celestes, los elementos necesarios para, entre otros aspectos, elaborar el calendario que normaba la vida cotidiana y religiosa.
Puesto que en esencia, el devenir de los astros en el firmamento era considerado un reflejo de las divinidades, era práctica común disponer ciudades y edificios de acuerdo con posiciones relevantes de alguno de esos cuerpos celestes, con lo cual se pretendía armonizar los ámbitos humano y divino.
La riqueza de la información que puede derivarse del análisis de la relación entre las construcciones prehispánicas y los fenómenos celestes ha propiciado, en las últimas décadas, el surgimiento de estudios dirigidos a dilucidar el papel que jugó la astronomía entre las sociedades mesoamericanas. En este campo, al que se ha llamado arqueoastronomía, confluyen diversas disciplinas, cada una de las cuales, desde sus métodos y enfoques específicos, aporta elementos para explicar una de las vertientes fundamentales de la cosmovisión de las sociedades mesoamericanas.
La observación del cielo ha sido una práctica tan antigua como el hombre mismo, la propuesta arqueoastronómica sin duda puede aportar información novedosa, que coadyuve a resolver una gran variedad de incógnitas relacionadas con la cosmovisión, el calendario, la representación artística de posibles eventos celestes, etc.
En sentido figurado, la arqueoastronomía hace posible que un astrónomo, habituado a mirar solo el cielo, y un arqueólogo solo el suelo, puedan encontrar sus miradas y dirigirlas en una misma dirección, para entablar un diálogo fructífero, encaminado a resolver las problemáticas surgidas en el intento de describir la observación celeste en épocas remotas.
Resulta notable la gran cantidad de vestigios culturales mesoamericanos que muestran alguna relación con conceptos astronómicos: códices, estelas, cerámica, pintura mural, etc.
Es fácil reconocer representaciones de objetos celestes: sin embargo, no siempre se puede plantear una explicación inmediata sobre su vinculación con el cielo real, es necesario efectuar en cada caso un cuidadoso análisis y recurrir a las disciplinas auxiliares de la arqueoastronomía.
La orientación calendárico-astronómica
Durante el transcurso de una noche estrellada, un observador atento podrá percatarse de que el movimiento aparente de la bóveda celeste describe una rotación natural en dirección este-oeste; perpendicular a ésta, la región norte se revela obviamente al girar las estrellas entorno a un punto que hoy coincide con la estrella polar. Estas direcciones preferenciales en el espacio tienen trascendencia universal. El hombre mesoamericano percibió y reconoció estas direcciones cósmicas en forma de diseños que semejan una cruz de malta, y asoció cada dirección con un color, una pareja de deidades, un árbol y un ave. En el centro aparecían deidades primigenias ligadas al tiempo. La singularidad de estas direcciones queda de manifiesto al imaginarse un cielo oscuro sin estrellas. En tal caso no habría forma de definir direcciones importantes, pues cualquier dirección seria equivalente a otra. El cielo introduce un orden en el paisaje. El sol, la luna y los planetas también señalan direcciones relevantes a partir de puntos particulares en su trayectoria aparente en el horizonte local. Estos puntos se refieren sobre todo a las posiciones extremas del sol (solsticios), de luna y de los planetas, así como a la posición media en la trayectoria solar (Equinoccios) y la posición alcanzada por el sol en los días en que este alcanza el cenit; tales días dependen del emplazamiento del observador dentro de la franja intertropical.
Es posible que el hombre mesoamericano no hiciera distención entre al ámbito del cielo y el situado en su entorno terrestre; más bien, su percepción de la realidad unificaba ambas regiones en única naturaleza. Reconociendo la importancia de algunas direcciones especificadas por el movimiento aparente de los astros, los sacerdotes astrónomos mesoamericanos idearon una manera muy peculiar de rendir culto a las deidades que habitaban en el firmamento. Así, se levantaron estructuras arquitectónicas orientadas a esas direcciones, para poner en armonía la obra humana con el cosmos. La salida y la puesta de algún cuerpo celeste señalarían la llegada de importantes fechas, en las que realizaban suntuosas ceremonias religiosas, para obtener así el favor de los dioses en momentos cruciales señalados por la misma naturaleza. Podemos encontrar un magnífico ejemplo de esto en la gran pirámide de Cholula, en el ocaso del día del solsticio del verano, el sol se aliena justamente con este impresionante edificio. Además, aquí se da el caso de que la traza de la ciudad colonial, y probablemente también de la prehispánica, comparte la orientación de la pirámide.
En la pirámide del preclásico de Cuicuilco se puede admirar otra alineación de este tipo. Esta se forma por cuatro cuerpos circulares bisectados por dos rampas colineales de acceso, las que tienen una orientación este-oeste , de tal forma que se alinea con la pirámide en el amanecer del 23 de marzo y el del 20 de septiembre. En la madrugada de esos días, el disco solar se desprende de un cerro de aspecto redondo como es conocido como papayo. La diferencia de dos días respecto a los días del equinoccio nos permite concluir que los sacerdotes astrónomos de Cuicuilco orientaron su estructura hacia lo que podríamos llamas equinoccio temporal, es decir, a la salida del sol en el día que divide en dos intervalos de días entre el solsticio de verano y el de invierno.
Los observatorios de horizonte.
Para calibrar la duración del año fue necesaria una observación continua del sol durante su trayecto anual. Una manera cómoda de realizar esta tarea fue por medio de los llamados “observatorios de horizontes” una estructura funciona como un horizonte artificial y controlado que es visto desde una posición situada enfrente de ella, normalmente indicada por un elemento constructivo, que puede ser una estela, una plataforma o algún elemento arquitectónico de otro edificio. Así, el observador podrá registrar el día del equinoccio al surgir el disco solar alineado al centro de la estructura. En el día del solsticio de verano, el disco solar coincide con el extremo norte de la estructura o con algún elemento arquitectónico llamativo. Al llegar el dia del solsticio de invierno, el disco solar surge del extremo sur de la estructura o del elemento simétrico al interior. Ejemplo de este tipo de observatorios son el grupo de Uaxactun, Guatemala, y el conjunto de la plaza de la estela de los dos glifos en Xochicalco. Con el horizonte calibrado es posible notar en el momento en el que las cuentas calendáricas se desfasan del movimiento aparente del sol. Una función similar tienen los llamados observatorios
Centrales; ahí la incidencia de los rayos solares al interior del recinto señala la llegado del sol a posiciones extremos en el cielo, lo que permite detectar el desfasamiento fácilmente. Ejemplos de este tipo de cámaras de observación son el observatorio del edificio de Monte Albán las cuevas astronómicas de Teotihuacán y el observatorio cenital de Xochicalco.
Uno de los ejemplos más completos de un edificio de orientación múltiple mediante sus diversos elementos arquitectónicos es el caracol de Chichen Itzá. Sus plataformas, vanos de acceso, ventanas superiores y vértices se ajustaron de tal forma que para la época de su construcción se alinearon con posiciones equinocciales y extremas del sol y de Venus, en el ocaso y en la salida; incluso se dan casos de alineación con estrellas brillantes. Un efecto espectacular resultante de una orientación astronómica es la hierofanía, la iluminación de lo sagrado, es decir, un juego de luz y de sombra que refuerza el mensaje de poderío de los sacerdotes astrónomos,. En los días del equinoccio, poco antes de ponerse el sol, en el castillo de Chichen Itzá se forma una sucesión de triángulos de luz delineados por la sombra proyectado los nueve cuerpos de la pirámide, justamente sobre la balustrada de la escalinata norte, con lo se forma el cuerpo luminoso de la serpiente cuya cabeza pétrea se encuentra en la base de la balustrada. Es cuando el dios kukulcán o Quetzalcoatl desciende, en forma de serpiente de luz, a la tierra. Otro ejemplo de hierofanía se da en el templo monolítico de Malinalco, el cual, impresionantemente labrado en la roca viva de la montaña, está orientado al sur del cielo. Este edifico, construido en la época mexica, tiene en su interior esculturas de varias águilas y de un jaguar colocadas sobre una banqueta circular, ambos animales son los emblemas de una orden militar de la élite mexica que tenía al sol como deidad patrona. En el día del solsticio de invierno, en el momento en que el disco solar atraviesa el meridiano local, los rayos solares penetran por el vano del acceso en forma de fauces de serpiente e iluminan precisamente la cabeza del águila labrada en el centro del santuario. Gracias a las fuentes etnohistóricas se sabe que en ese día conmemoraba la bajada de huitzilopochtli al mundo, dios de la guerra con atributos solares, cuya dirección es precisamente el sur. Recuérdese que el águila representa al sol, por lo que en esa fecha astronómicamente tan importante, los rayos del sol iluminan su propia imagen sobre la tierra.
Eventos planetarios y alineamientos calendaricos
Los sacerdotes astronómicos mesoamericanos también construyeron edificios orientados de acuerdo con eventos planetarios. En Uxmal, el palacio del gobernador, una enorme y elegante estructura, muestra en su parte superior gran cantidad de mascarones antropomorfos, debajo de cuyos ojos aparece el glifo maya de Venus. El eje de simetría de esa estructura señala hacia la posición extrema de venus en el horizonte como estrella de la mañana.
Esa dirección indica, además, el lugar donde se encuentran la ciudad de Cehtzuc. Desde ese sitio se podría haber registrado, en dirección inversa, la puesta extrema de Venus como estrella de la tarde, justamente sobre el palacio del gobernador.
Una peculiaridad de las orientaciones mesoamericanas es que junto a los alineamientos astronómicos se dieron otros, que llamamos calendarios; es decir, en un par de fechas el sol se alinea a la estructura, aunque en tales días no sucede ningún evento solar significativo. Sin embargo, dichas fechas resultan de excepcional importancia porque dividen el año solar de 365 días en dos periodos que establecen alguna característica del sistema calendárico mesoamericano. En esas fechas acontecen aun diversas alineaciones solares y hierofanías en toda Mesoamérica. Se han descubierto ahora dos familias de fechas que corresponden a esta manera de indicar que la estructura y sus constructores participan del mismo sistema unificador que fue el calendario mesoamericano. Así, por ejemplo, la pirámide del sol en Teotihuacán se encuentra alineada con el disco solar los días 29 de abril y 13 de agosto. A partir de la primera fecha, el observador tendrá que esperar a que transcurran 52 días para que llegue el solsticio de verano, después de este tendrá que esperar otros 52 días para que se dé la segunda alineación con la pirámide, el 13 de agosto. Esta fecha indica el inicio de la cuenta de 260 días que concluye el 29 de abril del siguiente año. Nótese que 52 años es el intervalo necesario para que coincida el inicio del calendario solar de 365 días o Xiuhpohualli con el del calendario ritual de solo 260 días o Tonalpohualli
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