sábado, 5 de marzo de 2011

ARQUEOASTRONOMIA MESOAMERICANA

Mediante la observación astronómica los antiguos mesoamericanos obtuvieron,  tras siglos de registrar pacientemente el transcurso  de los cuerpos celestes, los elementos necesarios para,  entre otros aspectos,  elaborar el calendario que normaba la vida cotidiana y religiosa.
Puesto que en  esencia, el devenir de los astros  en el firmamento  era considerado  un reflejo  de las  divinidades, era práctica común disponer ciudades y edificios de acuerdo con posiciones  relevantes de alguno de esos cuerpos celestes, con lo cual se pretendía armonizar los ámbitos humano y divino.
La riqueza de la información  que puede derivarse del análisis  de la relación entre las construcciones prehispánicas y los fenómenos celestes ha propiciado, en las últimas décadas, el surgimiento de estudios dirigidos a dilucidar  el papel que jugó la astronomía entre las sociedades mesoamericanas. En este campo, al que se ha llamado arqueoastronomía, confluyen diversas disciplinas, cada una de las cuales, desde sus métodos y enfoques   específicos,  aporta elementos para explicar  una de las vertientes fundamentales de la cosmovisión  de las sociedades mesoamericanas.


La observación del cielo ha sido una práctica tan antigua como  el hombre mismo, la propuesta arqueoastronómica  sin duda puede aportar información novedosa, que coadyuve a resolver una gran variedad de incógnitas  relacionadas con la cosmovisión, el calendario, la representación artística de posibles eventos celestes, etc.
En sentido figurado, la arqueoastronomía hace posible que un astrónomo, habituado a mirar solo el cielo, y un arqueólogo solo el suelo,  puedan encontrar sus miradas y dirigirlas en una misma dirección, para entablar un diálogo fructífero, encaminado a resolver las problemáticas surgidas  en el intento de describir la observación  celeste en épocas remotas.
Resulta notable la gran cantidad de vestigios culturales mesoamericanos que muestran alguna relación con conceptos astronómicos: códices, estelas, cerámica, pintura mural, etc.
Es fácil reconocer  representaciones de objetos celestes: sin embargo,  no siempre se puede plantear una explicación inmediata sobre  su vinculación  con el cielo real, es necesario efectuar en cada caso un cuidadoso análisis  y recurrir a las disciplinas auxiliares  de la arqueoastronomía.

La orientación calendárico-astronómica
Durante el transcurso de una noche  estrellada, un observador atento podrá percatarse de que el movimiento aparente  de la bóveda  celeste   describe una rotación natural   en dirección este-oeste; perpendicular  a ésta, la región norte se revela obviamente al girar las estrellas  entorno a un punto que hoy coincide con la estrella polar. Estas direcciones preferenciales  en el espacio tienen trascendencia universal. El hombre mesoamericano percibió y reconoció estas direcciones cósmicas en forma de diseños que semejan una cruz de malta, y asoció cada dirección con un color, una pareja de deidades, un árbol y un ave. En el centro aparecían deidades primigenias ligadas al tiempo. La singularidad de estas direcciones queda de manifiesto al imaginarse un cielo oscuro sin estrellas. En tal caso no habría forma de definir direcciones  importantes,  pues cualquier dirección seria equivalente a otra. El cielo introduce un orden en el paisaje. El sol, la luna y los planetas también señalan  direcciones  relevantes a partir de puntos particulares en su trayectoria aparente en el horizonte local. Estos puntos se refieren  sobre todo a las posiciones extremas del sol (solsticios), de luna  y de los planetas,  así como a la posición media en la trayectoria solar (Equinoccios) y la posición alcanzada por el sol en los días en que este alcanza el cenit; tales  días dependen del emplazamiento del observador dentro de la franja intertropical.
Es posible que el hombre mesoamericano no hiciera distención  entre al ámbito del cielo  y el situado en su entorno  terrestre; más bien, su percepción  de la realidad unificaba ambas regiones  en única naturaleza. Reconociendo la importancia de algunas direcciones especificadas por el movimiento aparente  de los astros, los sacerdotes astrónomos mesoamericanos  idearon una manera muy  peculiar  de rendir culto a las deidades que habitaban en el firmamento. Así,  se levantaron estructuras  arquitectónicas  orientadas a esas direcciones, para poner en armonía la obra humana con el cosmos. La salida  y la puesta  de algún cuerpo celeste señalarían la llegada  de importantes fechas,  en las que realizaban  suntuosas  ceremonias religiosas, para obtener así el favor  de los dioses en momentos  cruciales señalados por la misma naturaleza. Podemos encontrar  un magnífico ejemplo de esto en la gran pirámide  de Cholula, en el ocaso del día del solsticio del verano,  el sol se aliena justamente con este impresionante edificio. Además, aquí se da el caso de que la traza de la ciudad  colonial, y probablemente también  de la prehispánica, comparte la orientación  de la pirámide.
En la pirámide  del preclásico  de Cuicuilco  se puede admirar  otra alineación  de este tipo. Esta se forma por cuatro cuerpos  circulares bisectados por dos rampas  colineales de acceso, las que tienen una orientación este-oeste , de tal forma que se alinea  con la pirámide  en el amanecer  del 23 de marzo  y el del 20 de septiembre. En la madrugada de esos días, el disco solar  se desprende de un cerro de aspecto redondo como es conocido como papayo. La diferencia de dos días  respecto a los días  del equinoccio nos permite  concluir  que los sacerdotes astrónomos  de Cuicuilco orientaron  su estructura hacia lo que podríamos  llamas equinoccio temporal, es decir,  a la salida del sol  en el día que divide en dos intervalos de días entre el solsticio de verano y el de invierno.
Los observatorios de horizonte.
Para calibrar la duración del año  fue necesaria una observación  continua del sol  durante su trayecto anual.  Una manera  cómoda de realizar  esta tarea  fue por medio de los llamados “observatorios de horizontes”  una estructura funciona  como un horizonte artificial  y controlado que es visto desde una posición  situada enfrente de ella, normalmente indicada  por un elemento constructivo, que puede ser una estela, una plataforma  o algún elemento arquitectónico de otro edificio. Así, el observador podrá registrar  el día del equinoccio al surgir el disco solar alineado al centro de la estructura.  En el día del solsticio de verano, el disco solar coincide con el  extremo norte  de la estructura o con algún elemento arquitectónico llamativo. Al llegar el dia del solsticio de invierno, el disco solar surge del extremo sur de la estructura  o del elemento  simétrico al interior.  Ejemplo de este tipo de observatorios  son el grupo de Uaxactun, Guatemala, y el conjunto  de la plaza de la estela de los dos glifos en Xochicalco. Con el horizonte  calibrado es posible notar en el momento en el que las cuentas  calendáricas  se desfasan  del movimiento aparente del sol. Una función similar tienen los llamados observatorios
Centrales; ahí la incidencia de los rayos solares  al interior del recinto señala la llegado  del sol a posiciones extremos  en el cielo, lo que permite detectar el desfasamiento fácilmente. Ejemplos de este tipo de cámaras de observación son el observatorio  del edificio  de Monte Albán  las cuevas astronómicas  de Teotihuacán y el observatorio cenital de Xochicalco.
Uno de los ejemplos más completos   de un edificio de orientación múltiple mediante sus diversos elementos arquitectónicos  es el caracol  de Chichen Itzá. Sus plataformas, vanos de acceso, ventanas superiores y vértices  se ajustaron  de tal forma  que para la época  de su construcción  se alinearon con posiciones equinocciales y extremas del sol y de Venus, en el ocaso y en la salida; incluso se dan casos  de alineación con estrellas  brillantes. Un efecto espectacular resultante  de una orientación astronómica  es la hierofanía, la iluminación  de lo sagrado, es decir,  un juego de luz  y de sombra que refuerza  el mensaje de poderío de los sacerdotes astrónomos,. En los días del equinoccio, poco antes de ponerse el sol, en el castillo de Chichen Itzá se forma una sucesión  de triángulos de luz delineados por la sombra proyectado los nueve  cuerpos  de la pirámide, justamente sobre la balustrada  de la escalinata norte, con lo se forma el cuerpo luminoso de la serpiente  cuya cabeza pétrea  se encuentra  en la base  de la balustrada. Es cuando el dios kukulcán o Quetzalcoatl desciende,  en forma de serpiente de luz, a la tierra. Otro ejemplo  de hierofanía  se da en el templo monolítico de Malinalco, el cual, impresionantemente labrado  en la roca viva  de la  montaña, está orientado al sur del cielo. Este edifico, construido en la época mexica, tiene en su interior  esculturas  de varias águilas y de un jaguar  colocadas  sobre una banqueta  circular, ambos animales son los emblemas  de una orden militar  de la élite mexica que tenía al sol  como deidad patrona. En el día del solsticio de invierno, en el momento en que el disco solar atraviesa el meridiano  local, los rayos solares penetran por el vano del acceso en forma de fauces de serpiente e iluminan precisamente la cabeza del águila labrada en el centro del santuario. Gracias a las fuentes etnohistóricas se sabe que en ese día conmemoraba la bajada de huitzilopochtli al mundo, dios de la guerra con atributos solares, cuya dirección  es precisamente el sur.  Recuérdese que el águila representa al sol, por lo que en esa fecha  astronómicamente tan importante, los rayos del sol iluminan su propia imagen  sobre la tierra.
 Eventos planetarios y alineamientos calendaricos
Los sacerdotes astronómicos mesoamericanos también   construyeron edificios  orientados  de acuerdo  con eventos planetarios. En Uxmal, el palacio del gobernador, una enorme y elegante  estructura, muestra en su parte superior gran cantidad de mascarones antropomorfos, debajo de cuyos ojos aparece el glifo maya de Venus. El eje de simetría  de esa estructura señala hacia la posición extrema de venus en el horizonte  como estrella de la mañana.
Esa dirección indica, además, el lugar donde se encuentran la ciudad de Cehtzuc.  Desde ese sitio se podría haber registrado, en dirección inversa, la puesta extrema  de Venus como estrella de la tarde, justamente sobre el palacio  del gobernador.
Una peculiaridad de las orientaciones mesoamericanas es que junto a los alineamientos astronómicos se dieron otros, que llamamos calendarios; es decir,  en un par de fechas  el sol se alinea a la estructura, aunque en tales días  no sucede ningún evento  solar significativo. Sin embargo, dichas fechas resultan  de excepcional importancia porque dividen el año solar  de 365 días en dos periodos que establecen alguna característica del sistema calendárico mesoamericano. En esas fechas acontecen aun diversas alineaciones solares y hierofanías en toda Mesoamérica. Se han descubierto ahora dos familias de fechas que corresponden a esta manera de indicar que la estructura y sus constructores participan del mismo sistema unificador  que fue el calendario mesoamericano. Así, por ejemplo, la pirámide del sol en Teotihuacán se encuentra alineada con el disco solar los días 29 de abril y 13 de agosto. A partir de la primera fecha, el observador tendrá  que esperar a que transcurran  52 días para que llegue el solsticio de verano, después de este tendrá que esperar otros 52 días  para que se dé la segunda alineación con la pirámide, el 13 de agosto.  Esta fecha indica el inicio  de la cuenta de 260 días que concluye el 29 de abril del siguiente año. Nótese   que 52 años es el intervalo necesario para que coincida el inicio del calendario solar de 365 días o Xiuhpohualli  con el del calendario ritual de solo 260 días o  Tonalpohualli 

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