martes, 3 de mayo de 2011

JUEGO DE PELOTA

ARQUEOLOGÍA MEXICANA  VOL VIII NUM. 44
(Por: Eric Taladoire. Doctor en arqueología  precolombina)
En 1995, en el sitio de paso de la amada,  Chiapas, tres arqueólogos norteamericanos. Hill, Michael Blake y John Clarck, excavaron una cancha  de juego de pelota muy sencilla: 80 metros de largo, entre dos plataformas laterales  de solo 35 cm de alto. Si este descubrimiento parece bastante común, el fechamiento no lo es, ya que permite proponer un origen mucho más antiguo  de lo que se suponía para este rasgo cultural. Efectivamente es posible  que esta cancha haya sido construida entre 1400 y 1250 a.c., o sea casi cinco siglos  antes que las canchas que ya se conocían  en el ujuxte y abaj takalik, Guatemala. Se puede  entonces considerar que el ulama, el juego de pelota mas  representativo  de Mesoamérica, es producto de una tradición cultural  de más de tres milenios, tomando en cuenta su supervivencia actual.

La identificación de esta cancha  es representativa del aumento permanente de datos, cuantitativos y  cualitativos, relativos al juego de pelota en Mesoamérica, las más de 1500 canchas identificadas a la fecha, están muy por arriba  de las 691 registradas en 1981. Estas se encontraban en 568 sitios, mientras que los 1500  juegos  de pelota registrados actualmente  se reportan en más de 1 250, desde los más famosos, como cantona, puebla;  Xochicalco, Morelos; o Chichen Itzá, Yucatan; hasta sitios menores como: Petulton, Chiapas; Ixtapaluca vieja,  Estado de México; o Gualterio abajo, Durango.



Diversidad del juego
Ofrecemos esas cifras para subrayar la importancia del fenómeno del juego de pelota  en el contexto mesoamericano. Este, al igual que otros rasgos primordiales  como el maíz y el calendario, se encuentra por toda el área mesoamericana, y es igual  que aquellos un elemento común para todas las culturas y para todas las épocas. Además, se puede considerar que el juego rebasa  su papel de rito o deporte. El juego y su simbolismo no siempre necesitan el marco arquitectónico de la cancha para existir. En numerosos  inscripciones mayas  se ha identificado  el verbo “jaguar a la pelota”, y varios sitios como ichmul o el resbalón, Quintana Roo,  cuenta con representaciones de jugadores, aunque no tienen canchas formales. En la escalera jeroglífica 2 del edificio 33 de Yaxchilán, Chiapas,  se representaron ceremonias y ritos políticos  relativos al juego, aunque disociados de este  y de las canchas. Es decir que, además de ser una práctica deportiva, el juego de pelota tenía un papel ritual, político y tal vez económico, lo que lo convierte  en un elemento importante  relacionado con el poder y con la historia misma de Mesoamérica.
Obviamente, al tener trayectoria tan larga y al abarcar territorio  tan amplio, existe cierta diversidad que sugiere que el juego no tuvo siempre la misma importancia  y significado.
Esta variedad se refleja claramente tanto en la morfología de las canchas  como en la iconografía  asociada, aunque exista una unidad intrínseca  que da al juego un significado esencial entre las culturas mesoamericanas.
Esta unidad se manifiesta, primero en las técnicas de juego. El estudio comparativo  de la iconografía asociada al juego (esculturas, figurillas, maquetas), así como los datos proporcionados  por las fuentes de la conquista (códices y crónicas) y por los etnólogos   que presenciaron el juego en Nayarit o Sinaloa. Permiten distinguir las múltiples semejanzas entre los jugadores modernos o los prehispánicos. Esas semejanzas no solo incluyen el atavío, si no también la manera de golpear la pelota o las actitudes de los  participantes, se puede entonces, con prudencia,  esbozar  las reglas básicas del juego sin extendernos demasiado en el tema. Dos equipos de uno a siete jugadores se enfrentan en una cancha larga, dividida en dos, lanzándose directamente, o haciendo pases, una pelota de hule no vulcanizada  de unos tres kilos. Esta no debe ser tocada con la mano, el pie o la cabeza ; solamente pueden ser golpeada con el antebrazo, el hombro, la espalda o los glúteos, lo que tal vez corresponda a variantes locales y/o cronológicas. Para alcanzar la pelota, los  jugadores tenían que tirarse al suelo, protegiéndose con guantes y rodillas.
Según los testigos que lo presenciaron, el juego era rápido y peligroso, pues la pelota rebotaba con mucha fuerza y velocidad. Se cometía una falta cuando un jugador tocaba la pelota  con una de las partes no permitidas  del cuerpo, o cuando no lograba recogerla. Si bien se conoce la compleja manera  de contar los puntos, en la actualidad este aspecto en cuanto al juego prehispánico queda todavía muy poco claro.
Las canchas

Las características comunes a la práctica  del juego  se reflejan en la morfología de las canchas. El que ahora no se construyan limita el valor  de la comparación etnográfica, si bien todos los juegos  de pelota prehispánicos obedecían a un modelo básico homogéneo. Un juego de pelota  está constituido  por dos edificios paralelos, relativamente estrechos, separados por un espacio plano, largo y también estrecho, que forma la cancha propiamente dicha,  cada estructura lateral esta compuesta por un talud  de inclinación variada que culmina en su parte superior una cornisa que puede alcanzar unos metros de alto, como un Uxmal, Yucatán. En su parte inferior, el talud cae directamente  sobre el piso de la cancha, o desemboca en una banqueta baja  con reborde vertical  o fuertemente inclinado. En muchos casos, los extremos de la cancha están abiertos. Aunque existen algunos ejemplos donde los extremos forman una plaza cerrada  por muros bajos u otros edificios. Muchas de las canchas tienen  en sus extremos  zonas terminales cerradas, que dan al juego su forma conocida  de i o doble t, tal como se presenta en los códices.

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