martes, 3 de mayo de 2011

Práctica y símbolo del juego de pelota

(Por: María Teresa Uriarte. Estudios de licenciatura, maestría y doctorado en la UNAM. )

La permanencia del juego de pelota en muchos lugares  de México a lo largo de los siglos, pese a una transformación cultural  tan violenta como lo fue la conquista, indudablemente pone de manifiesto la honda significación  de esta actividad prehispánica. ¿es el juego de pelota una actividad netamente lúdica?, ¿una sublimación de la violencia social mediante el sacrificio?, ¿la manifestación de un rito  de ascensión al poder?,  ¿el medio para dirimir conflictos  territoriales?, ¿un pretexto para realizar propuestas?, ¿una alegoría de la guerra?, ¿un rito propiciatorio de la fertilidad, relacionado con el sol, la luna, Venus, los calendarios, las plantas alucinógenas, el inframundo, la vida o la muerte?. El  juego de pelota  contiene estos aspectos y mucho más.
 Sabemos que desde la época olmeca se jugaba con una pelota de hule en el Manatí, Veracruz,  en la costa del golfo. Desde entonces empezó a configurarse todo un sistema simbólico, que se enriqueció  al paso de los siglos.
Se calcula que las primeras canchas para el juego aparecieron desde el preclásico medio. Es factible suponer que tanto el juego como las ceremonias  que se le asociaban tuvieron lugar en espacios  delimitados con marcadores móviles.
Asimismo, en la cosmología prehispánica encontramos dos aspectos interrelacionados: uno es el mantenimiento del orden cósmico, el triunfo del sol  en su lucha contra los dioses del inframundo,  que solo puede lograrse  mediante la inmolación de seres humanos;  en última instancia, el triunfo de la luz sobre la oscuridad solo es posible através del sacrificio  humano. El otro  aspecto cósmico también vinculado con el sacrificio se refiere a los distintos momentos del año solar, solsticios y equinoccios, por su relación  con las épocas de lluvia y sequía  y el renacimiento de las plantas. Es de suponerse que tanto la guerra como el juego de pelota se practicaban  durante la época de secas, para propiciar las lluvias.
Mediante el juego de pelota se consuma la ofrenda humana de sangre y de muerte; desde la perspectiva prehispánica la muerte por sacrificio perpetuaba la vida, el juego ofrecía al contendiente derrotado en la guerra y la conquista la oportunidad  de ser sacrificado con honor  en la lucha contra el adversario, como lo hicieron los héroes creadores del Popol Vuh al vencer a la noche, la ofrenda de sangre  del jugador sacrificado en el taste  permitía a las plantas  germinar  de nuevo  y aseguraba el sustento de su pueblo.
Así, el juego de pelota se relaciona  con el universo a través  del sacrificio, la decapitación  y la mutilación, aspectos  que se representan en los relieves de el Tajín, Veracruz; Chichen Itzá, Yucatán; el Baúl, Guatemala; Vega de Alatorre, Veracruz; e Izapa, Chiapas, entre otros lugares, por otra parte, en las láminas de los códices prehispánicos se asocia a los jugadores sacrificados con las lluvias, la vegetación y la fertilidad y con la victoria del sol sobre las tinieblas.
El juego de pelota también cumplía una   función social: el enemigo vencido en la guerra mantenía su honor  porque se le permitía morir en el juego. Este sentido profundo se ve  reflejado en el juego de pelota o teotlachtli de México-Tenochtitlán: los dioses se hacen  humanos y juegan. Cuando la divinidad juega como lo hacen los hombres, el sentido lúdico  es sacralizado.

El concepto primordial
No significa  ninguna novedad señalar que el juego simboliza la lucha de los contrarios, y que las representaciones de plantas, árboles, y figuras esqueléticas lo vinculan con la fertilidad , el sostenimiento del cosmos a través del sacrificio, la vida y la muerte. Sin embargo,  al analizar  todas las investigaciones  sobre el tema, aparecen constantes que a primera vista parecen inconexas: serpientes, cocodrilos,  sapos, tortugas, caracoles, moluscos, mariposas, jaguares y algunas plantas como las ninfas (conocido como lirios acuático) y las daturas (como el toloache)  todos estos son motivos que acompañan a las representaciones  del juego o  a  los objetos relacionadas con su práctica.
¿Qué tienen en común la  mariposa y el caracol;  el sapo, las serpientes y las ninfetas: las daturas; el cocodrilo y el jaguar? ¿Qué los vincula a todos entre sí?
Algunos están asociados a las ceremonias del juego de pelota. Así, en las procesiones o escenas de sacrificio, la sangre  se convierte en serpiente  o en plantas, como en el caso de los relieves  de Chichen Itzá. El Tajín, Vega de Alatorre e Izapa, una temática en los relieves  y pinturas en que se representan  objetos y canchas o espacios  dedicados al juego  son las escenas en que se extraen el corazón, en el que a veces se representa a él solo o en la que se muestra desmembramiento o extremidades separadas de cuerpo, como manos, pies, huesos, cabezas y cráneos.

La dualidad en el juego de pelota
Encontrar la vinculación  con este sustrato ideológico me permitió comprender, por primera vez con mucha claridad, la profundidad que el juego sagrado tuvo para el hombre mesoamericano y, por ende, su gran difusión y supervivencia.
Una de los elementos que se mencionan con mayor frecuencia  es la unión de los contrarios sobre la cancha; es evidente que el encuentro  sintetizaba la unificación mediante la oposición.
La cancha es un  acceso al inframundo y al mismo tiempo el conducto para el nacimiento  del sol todos los días. El cosmos y las profundidades de la tierra  formaban parte de un concepto dual.
Encontrar los puntos de coincidencia entre el sapo, la tortuga y el cocodrilo es simple: los tres son animales  que viven en la tierra y  en el agua. Tampoco es difícil establecer el vínculo con el jaguar, ya que este vive a lo largo de los cursos de agua. De hecho es un nadador.

La complejidad del concepto  dual se manifiesta en muchas figuras alegóricas. Una de éstas es la representación  de las fauces de un batracio  o de un jaguar  como acceso al inframundo. El agua, mejor dicho, la  vinculación tierra-agua, nuevamente se convierte en el acceso al mundo de los muertos.

Vida y muerte como forma de dualidad
La cancha del juego de pelota  es una alegoría  del acceso al inframundo, por lo cual sustenta su propuesta  en varias evidencias. Una de ellas es el hecho  de que en quiché la palabra  hom significa “tumba” y también “cancha del juego de pelota”. Así mismo, la representación de escaleras en numerosos  relieves y pinturas en  cerámica, según él, alude también  a las que los gemelos creadores del Popol Vuh utilizaban para descender al inframundo.
Por otra parte, el juego al mismo tiempo implica la posibilidad  del renacimiento. No olvidemos que en este mito cosmogónico quiché,  al final los hermanos derrotan a los dioses  de la muerte, de hecho se muere la muerte o lo que es igual, vive la vida y surge  el orden del cosmos. El sol y las estrellas descienden al inframundo, pero vuelven a salir.
En las  escenas del juego  de pelota con frecuencia se representan cuerdas o lazos.  Podemos encontrarlos en los marcadores  de Copán Honduras, en Cotzumalhuapa, Guatemala,  y en Teotihuacán, Estado de México:  en los tableros de la cancha sur del Tajín, Veracruz, en el altar 8 de Tikal Guatemala y en los escalones de Yaxchilán, Chiapas, en fin, su presencia no puede ser casual y tal vez su mención en el Popol Vuh nos permita acercanos a su contenido simbólico.  La cuerda sostiene la cabeza  de Hun-Hunahpú; la cabeza identifica, expresa, percibe, sostiene. La cabeza se corona y, en nuestro tiempo, a los jefes de estado  se les llama  cabeza del gobierno.
¿Por qué pierde la cabeza Hunahpú, el gemelo creador,  y por que la recupera? ¿se refiere el mito solo a la cabeza en el sentido físico?  Es indudable que el relato quiché  alude a la cabeza  con un significado más profundo. Por otra parte, la cuerda sugiere continuidad. ¿Qué es lo que se pierde y que lo que se recupera en este mito?
La cabeza del padre se convierte en árbol y fecunda con su saliva a la virgen del inframundo. Ambos son los progenitores  de los prodigiosos seres duales, Xbalanqué y Hunahpú, los hermanos que jugando a la pelota derrotan a la muerte.
La cuerda sostiene la cabeza sobre el terreno  de juego. Este sostenimiento, que es sustrato de continuidad  de la cabeza, símbolo del poder heredado, ¿aludirá acaso a la continuidad de la sucesión  jerárquica a través del juego de pelota?  

1 comentario:

Anónimo dijo...

Donde est'a BIBLIOGRAFIA?